Vivir el fallecimiento de una mascota es una experiencia que puede generar un gran dolor, tal como cualquier otra pérdida significativa de nuestra vida.
Cuando una mascota muere, comenzamos a vivir un proceso de duelo que muchas veces se desestima desde nuestra sociedad, esto ya que existe la creencia de que al ser un animal el que fallece, el duelo debe ser menos doloroso en relación al duelo por el fallecimiento de un ser humano. Esto puede ser debido a la desinformación general respecto al duelo.
Más allá de las creencias o mitos respecto al duelo por la pérdida de una mascota, existen múltiples estudios que dan cuenta del lazo o vínculo que una persona mantiene con una mascota, el cual puede ser muy profundo y su ausencia se puede sentir intensamente.
Para muchos, nuestras mascotas son un miembro más de la familia, entregando incondicional amor, compañía y lealtad en su versión más pura. Manifiestan además una sensibilidad distinta a los humanos, sin prejuicios ni diferencias para con las personas. Nos acompañan en los momentos más difíciles, donde incluso sin poder hablar, saben comunicarnos su preocupación y cariño. Están presentes durante etapas importantes de nuestras vidas y en ellos están depositados memorias, historias y afectos.
Los animales domésticos son seres vivos dependientes a los cuales nos comprometemos a acompañar, cuidar y amar. Son seres vivos que al mismo tiempo nos acompañan, protegen y aman. Son la mirada, presencia y alegría al llegar a casa. De manera que vivir la ausencia por la pérdida de una mascota es una experiencia absolutamente humana.
En el duelo, la experiencia de culpa suele ser una de las emociones más comunes. Esto ya que al ser responsables de la salud y de la vida de estos seres amados, muchas veces nos cuestionamos si efectivamente lo hicimos bien o si realizamos todos los cuidados que pudimos haberles entregado. En otras ocasiones la culpa adquiere un carácter prohibitivo, bajo el cual cuesta sentir amor por otro animal.
Además del sentimiento de culpabilidad, también se presenta el desánimo, la tristeza y la rabia, entre otras emociones comunes a una pérdida.
Así como es importante y necesario vivir darle lugar a estos sentimientos en el proceso de duelo, también puede ayudarnos el realizar un ritual de despedida, recordando los momentos compartidos, los juegos y las alegrías.
Ps. Gabriela Guzmán
Históricamente, no se sido apegada a las mascotas.
Cumplí 67 años el 30 de setiembre. Esa noche, antes de soplar las velitas, una invitada descubrió que mi bebé, mi gatito Fidel de menos de dos años y sin síntomas de enfermedad, estaba muerto. No lo parecía…
Vine a Chile hace casi cinco años con un pronóstico de tres meses de vida. Aquí también fui desahuciada.
A pesar de los pronósticos médicos, sobreviví…al año de mi alta hospitalaria y en plena pandemia, me vi obligada a vivir sola.
Adopté a Fidel a sus tres meses. Amor puro y respeto como nunca había sentido.
Pasaron muchas cosas en la familia. Fidel y yo sufrimos mucho estrés.
No puedo dejar de llorar, desde el fondo de mi alma. Siento que no lo mimé lo suficiente y que fui brusca y poco tierna con él.
Deseo que él sepa que le di lo mejor de mí y que me acompañó como nadie en una etapa tan especial de mi vida.
Anteayer retiré sus cenizas. Armé un altar bonito para honrar su hermoso ser.
Quizá no lo merecí.
Inmensa desolación.