Entendemos el duelo como la respuesta psíquica que aparece ante la pérdida de un ser querido y sus consecuencias psicológicas, físicas y sociales. En este sentido, la respuesta del duelo ante una pérdida significativa es totalmente necesaria, natural y sana y permite la elaboración de esta experiencia.

Durante el duelo es común que la persona experimente cambios en su ánimo, que sienta emociones intensamente como la rabia, la tristeza y/o la culpa, que puedan haber cambios en su ciclo de sueño o alimentación, conductas de aislamiento y dificultad para concentrarse, entre otros.

El duelo ha sido abordado tradicionalmente por distintos autores desde un modelo en el que la persona transita por distintas fases (Bowlby, Kübler-Ross, Lindemann). Sin embargo, los enfoques actuales proponen una mirada distinta a estos enfoques que proponen una respuesta universal y pasiva del doliente, a otros modelos no-lineales, basados en la particularidad de cada sujeto y su rol activo durante el proceso de duelo (Worden, Neimeyer).

Es así como el duelo por fallecimiento significa un evento doloroso e, inclusive en ocasiones, traumático, ante el cual la persona vivirá un proceso de duelo que responde a su historia y particularidades, a la relación existente entre la persona y el fallecido, al contexto que rodea la pérdida y a otras problemáticas que puedan acompañar el proceso de duelo. En este sentido, vivir un duelo en pandemia, en una sociedad que silencia el dolor, que no provee información y que da lugar a estigmas, puede traer consecuencias en su experiencia y elaboración.

La pandemia por COVID-19 instaló a gran parte de la humanidad en un escenario de limitaciones y desconocimiento. Escenario que llevó consigo el reflejo de la muerte y su descontrolado aumento. Al mismo tiempo, se vivió un contexto de incertidumbre que llamó a la protección constante y rigurosa de la salud, lo que significó una importante preocupación, como también un esfuerzo a la adaptación ante cambios en el campo de lo humano, como la vida en el hogar, la forma de trabajar, y la manera de socializar.

Vivir un proceso de duelo bajo este contexto trajo consigo un conjunto de impedimentos que afectan a su elaboración, como las prohibiciones ante la realización de velorios y funerales, los cuales dan lugar a un espacio de reconocimiento de la pérdida y de apoyo mutuo tras una compleja despedida.

Se entiende así que la pérdida en contexto de pandemia no es solamente la del ser querido, junto a ella se ha perdido además parte de nuestra identidad o nuestro accionar cultural. 

Por otra parte, un duelo por COVID – 19 tiene componentes traumáticos para la experiencia subjetiva humana, se es testigo de una muerte violenta e inesperada, se vive una separación abrupta y se impone un cambio fundamental dentro de la vida del doliente.

A partir de lo mencionado, existen algunas consideraciones ante la intervención con personas en proceso de duelo en contexto de COVID-19. Así, se sugiere en un comienzo conocer y considerar la historia de pérdidas del paciente, los recursos desarrollados hasta el momento de consultar, sus redes de apoyo y las dificultades que experimenta en su diario vivir.

Por parte del terapeuta, será fundamental reconocer sus propias creencias acerca del duelo y la muerte, mitos, estigmas y sus experiencias de pérdida, las cuales pueden interferir en el trabajo con una persona en duelo. 


Además, será de suma importancia la sensibilidad que requiere la intervención ante una experiencia posiblemente traumática del paciente y la rigurosidad que se debe tener al no traumatizar, retraumatizar o victimizar a la persona. 

En cuanto a las intervenciones psicoterapéuticas para el abordaje del duelo en contexto de COVID-19, la psicoeducación respecto al proceso de duelo y sus manifestaciones permite validar la experiencia, disminuir la angustia ante los cambios que aparecen y entregar información que se desconoce ante la muerte de un ser querido. 

En cuanto a las intervenciones psicoterapéuticas para el abordaje del duelo en contexto de COVID-19, la psicoeducación respecto al proceso de duelo y sus manifestaciones, permite reconocerlo como una vivencia dolorosa y humana, disminuir la angustia ante los cambios que aparecen y entregar información que se desconoce ante la muerte de un ser querido. 

Por otra parte, las intervenciones grupales como, grupos de apoyo, actividades de rememoración y rituales comunitarios, pueden ser sumamente terapéuticas en este contexto donde el duelo puede vivirse en aislamiento y permiten encontrar contención, validación y una vivencia colectiva. El uso de las plataformas virtuales han demostrado ser bastante útiles ante el contexto de la pandemia.

El buscar alternativas a las formas tradicionales de ritualizar también puede beneficiar a las personas y a las familias que no pudieron realizar las ceremonias que acostumbramos. Históricamente, los ritos nos han ayudado a asimilar la pérdida, a recibir apoyo mutuo y a facilitar un espacio colectivo para la expresión emocional. 

Por último, en cuanto al abordaje psicoterapéutico, es importante que nos situemos desde una actitud comprensiva y humana ante el encuentro con un intenso dolor, que permita su expresión emocional y la reconstrucción del vínculo con la persona fallecida hacia lo simbólico, que permita la elaboración de la experiencia de pérdida tomando en cuenta la historia y particularidades de la persona y que considere el trabajo multidisciplinario y las múltiples necesidades y dificultades que puede experimentar la persona en duelo, más allá de lo psicológico. 

Ps. Gabriela Guzmán y Consuelo Trujillo

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