Cuando fallece alguien cercano puede aparecer la dificultad de explicar lo sucedido a los niños. Debido al ánimo de proteger y evitar el dolor en ellos, muchas familias no comunican con honestidad lo ocurrido. A continuación te entregaremos una guía para comprender mejor cómo viven el duelo los niños y adolescentes y cómo acompañarlos.

El duelo es el proceso natural y saludable que se manifiesta tras una pérdida importante. Es necesario que tanto a los adultos, como a los niños, se les permita vivir este importante proceso y no negarles sus emociones. Este proceso será distinto para todas las personas y para todos los niños, dependiendo de sus características personales, contextuales y de su etapa del desarrollo.

Entre los 0 y los 2 años, el infante no tendrá una concepción de lo que es la muerte pero sí percibirán la ausencia, sobre todo si quien fallece es uno de sus cuidadores principales. El duelo se va a manifestar principalmente a través de alteraciones en su ciclo de sueño, en su alimentación y en su estado de ánimo. Para ayudarlos, será importante entregarles una sensación de seguridad y estructura, lo cual podemos lograr intentando que su rutina y sus cuidados se mantengan lo más estables posibles.

Entre los 3 y los 6 años los niños no poseen una noción de permanencia, entendiendo la muerte como algo temporal y reversible. Es por esto que es sumamente importante comunicar la noticia de una forma abierta y honesta, ocupando un lenguaje claro y sencillo acorde a su edad. Debemos evitar llenarlos de información y de detalles, sino estar disponibles para ir respondiendo a sus dudas e inquietudes con sinceridad y transparencia, evitando detalles escabrosos.

Entre los 6 y los 10 años ya conciben la muerte en cuanto a su permanencia en el tiempo y entienden que se interrumpen las funciones vitales del fallecido (su corazón deja de latir y sus pulmones dejan de respirar). Por esto es sumamente necesario abrirnos a un diálogo sincero con ellos, evitando en lo posible las metáforas sobre la muerte y los eufemismos. Pueden aparecer reacciones emocionales intensas y que pueden parecer ambivalentes, pasando de la pena, a la rabia, a la alegría o desinterés rápidamente.

Entre los 10 y los 12 años los preadolescentes comienzan a formar sus propios criterios y creencias sobre la muerte y la espiritualidad. Es importante comunicarnos con ellos de forma honesta, oportuna y con actitud de apertura, diálogo y contención. Es importante evitar darles responsabilidades que no les corresponden, como por ejemplo, pedirle al hermano mayor que no llore y que sea fuerte por sus demás hermanos o cualquier acto que pueda minimizar o anular su expresión emocional.   

Los adolescentes poseen una conciencia clara frente a la realidad de la muerte. Suelen encontrarse en una etapa de mayor vulnerabilidad debido a su proceso de desarrollo y al mismo tiempo, suelen negar esta vulnerabilidad. Es común que vivan el duelo de forma aislada de los adultos, apoyándose entre sus pares. Será importante respetar sus espacios y acompañar de manera no invasiva, permitiendo un espacio seguro para que el adolescente pueda acercarse a sus ritmos. Podemos prestarles las palabras para ir comprendiendo lo sucedido de manera sutil. Además, es importante estar atentos a comportamientos de riesgo como lo pueden ser el consumo excesivo de sustancias y la ideación suicida. En estos casos, es recomendable consultar con un profesional.

Es importante permitirles tanto a los niños como a los adolescentes participar de los rituales funerarios si ellos lo desean. Pueden realizar cartas, videos, dibujos u otras expresiones artísticas para despedir a su ser querido. Así también, es importante considerarlos en procesos importantes como el qué hacer con las pertenencias del fallecido y permitirles guardar objetos preciados para ellos. Además, es importante que el adulto pueda cuidar de sí mismo en su proceso de duelo, buscando redes de apoyo, informándose y permitiéndose vivir su propio duelo, para poder estar disponible de mejor manera hacia las necesidades de los niños y adolescentes.

Algunos recursos que nos pueden ayudar a hablar sobre la muerte con los más pequeños pueden ser las películas como “Coco”, “Intensamente”, “La tumba de las luciérnagas” y “Up”, acompañándolos y reflexionando juntos sobre las vivencias de los personajes. Además, podemos acompañarlos en el dibujo y en el juego, en los cuales el niño representa sus emociones y pensamientos.

Por último, algunos conceptos que son importantes para explicar la muerte a los niños son los siguientes:

No funcionalidad: al morir, las funciones vitales del ser vivo cesan de funcionar.
Inevitabilidad: la muerte es inevitable para todos los seres vivos.
Irreversibilidad: la muerte es irreversible.
Universalidad: la muerte es universal para todos los seres vivos.
Permanente: los seres vivos no pueden volver de la muerte.

Lo anterior puede ayudar a evitar ciertas fantasías bastante comunes de los niños (mi ser querido puede tener frío o dolor, va a volver, puedo morir e ir al cielo para verlo, puedo ser culpable, puedo realizar algo que lo devuelva a la vida, etc). Estas fantasías pueden generar confusiones y complicaciones en el proceso de duelo. Podemos apoyarnos en ejemplos de la naturaleza para explicar estos conceptos, como en el ciclo de vida de las plantas y de otros organismos vivos.

Autora: Psicóloga Consuelo Trujillo.

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